Tan Sólo Piedras
Chichén-Itzá, ay, Chichén Itzá!
Gritaba la tórtola Mucuy,
Rojas las alas y rota la algazara.
-"Chichén-Itzá, ¡llegó tu fardo de trece grados!
Y en las orillas de los pozos las serpientes,
Huyendo de la carga del katún, silbaban:
- "¡Le llegó su día al agua!"
Subido en un montón de calaveras,
El Señor de la Flauta Negra empezó a tocar,
Llamando a los alacranes.
Era el filo del medio día, y las ranas croaban:
- "Chichén-Itzá, ¡ay, Chichén-Itzá!"
Tres lunas y dos Flores de Mayo fueron su existencia.
Oculto estaba su misterio, oculto queda.
Sólo lo saben las almas de sus muertos.
Perdido.
Se perdió el signo jeroglífico y toda su enseñanza.
Llora el Chac
Llora el Tecolote-Venado y el gran Devorador de la
carne.
La gran serpiente,
La de la cola encascabelada,
Fue destruida.
Su piel y la punta de sus huesos cayeron sobre las
piedras,
Pero escapó su corazón, que se guardó en la tierra.
Y sobre él nació la Madre Ceiba.
Que se asentó derecha y alzó su copa,
Pidiendo perdón y hojas eternas al Corazón del cielo.
Pero su tronco fue sellado,
Y en sus ramas las codornices murmuraban:
- "Por aquí pasó el pueblo de los Itzáes,
Por aquí bailaron una vez los Brujos del Agua"
-"¡Más vírgenes!, ¡más niños, más varones!"
gritaban los sacerdotes,
Mirando obscurecer las aguas del gran cenote
ceremonial.
- "¡Más oro, más vasijas, más todo!
¡Todo lo nuestro es poco para salvar a Chichén Itzá!"
Tutul-Xiú los miraba.
-Pobres sacerdotes míos, pensaba,
¡Pobres Brujos del Agua!
Pero he aquí el día en que la pulcritud de los katunes
se nos quiebra.
Di adiós a tu enseñanza, hermano,
Que nadie más podrá entender;
Y di adiós a tus dioses, hombre maya,
Que serán desde hoy tan sólo piedras.
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